La
privatización de los glaciares
Se produjo
una trágica falta de visión de parte de algunas autoridades y pobladores, que
trataba de ser contenida por los glaciólogos, que hasta proponían traslados. No
siempre fueron escuchados y tuvieron que convenir en hacer drenaje de lagunas,
algo que sirvió para evitar algunas desgracias pero no pudo evitar otras. Ya en
los noventa, Carey registra la impronta de la nueva economía, de la
globalización y la apertura de mercados aterrizando sobre los hielos tropicales.
Lo llama
"la neoliberalización de los glaciares" y es un tiempo en el cual las
grandes empresas pisan fuerte en los glaciares ancashinos, sobre todo la
norteamericana Duke Energy, que insiste en represar algunas de las cerca de 400
lagunas de origen glaciar que, como consecuencia de los deshielos, existen en
la zona. El súmmum de esta deriva es el cierre de la Unidad de Glaciología y
Recursos Hidrológicos en tiempos del presidente Alberto Fujimori (1990-2000)
que, al son de la privatización, llegó al extremo de desproteger a la población
cerrando esa entidad.
En su
navegación por esta cordillera nevada, Carey se encuentra además con una falsa
alarma emitida por la NASA en el 2003, en torno a una laguna denominada
Palcacocha, ubicada al pie del nevado Cupi. Revuelo, desesperación, a partir de
una "grieta ominosa en el hielo", que no fue tal, como luego
demostraron los glaciólogos peruanos. En los hechos, la ciencia "de la
periferia" le enmendaba la plana a un organismo de ese nivel, que no supo
diferenciar el hielo de la roca.
Al momento
de escribir estas líneas, la Unidad de Glaciología en Ancash vive otra vez, ya
que fue restablecida en el gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006). Duke
Energy sigue allí, como propietaria de la Hidroeléctrica del Cañón del Pato, y
las inmensas montañas aún muestran su manto blanco. No obstante, en los últimos
años el cambio climático ha ido derritiendo parte del paisaje y las esperanzas
de este lugar, uno de los más hermosos y espectaculares de la Tierra.
Se estima
que, desde 1970, los glaciares de la Cordillera Blanca han retrocedido al menos
en un 30%. Uno se para en la ciudad de Huaraz y ya no se ve tanta nieve en las
montañas circundantes, como cuando ocurrió el destructor aluvión en 1941. Aún
así, o precisamente por eso, por el derretimiento de los hielos supuestamente
eternos de los Andes, la peligrosa amenaza persiste y esta historia de Carey lo
cuenta, lo advierte. Lo registra con rigor y emoción.
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