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viernes, 8 de mayo de 2015

FIN DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
































Según Trevor Roper, el 30 de abril de 1945, pasados unos minutos después que en el búnker de la Cancillería, en Berlín, sonara el disparo que anunciaba el suicidio de Hitler y Eva Braun, su ayudante personal, Günsche, abrió la puerta del apartamento, miró dentro y vio los cuerpos exangües; a continuación se volvió a todos los presentes que se agolpaban en el pasillo (jerarcas, militares y SS, personal subalterno) y exclamó a un tiempo con solemnidad y tristeza: "el corazón de Alemania ha dejado de latir; el Führer ha muerto". 



Todos los circunstantes sacaron sus pitilleras y se pusieron, por fin, a fumar. El momento descrito, de esa u otra forma, ha tenido extensa plasmación cinematográfica y literaria, haciendo prevalecer ese drama (al fin y al cabo el suicidio de un genocida cercado y acabado) sobre la terrible tragedia bélica y sobre el espantoso drama humanitario que había tenido lugar fuera del búnker, más allá de Berlín y que el propio Hitler había provocado.
Desde principios de 1945, cientos de miles de fugitivos alemanes, militares y civiles, trataban de huir por cualquier medio o ruta del avance soviético. Los que pretendían abandonar Prusia -que en enero de 1945 había quedado aislada por la llegada de los Segundo (Rokosowsky) y Tercero (Cherniakowsky) Frentes Bielorrusos al Golfo de Danzig- y Curlandia -aislada el 31 de diciembre de 1944 por la llegada a Memel del Primer Frente Báltico (Bagramyan)- embarcaron en numerosos buques mercantes, en Gotenhafen, Hela, Memel, Libau, Pillau, etc. La mayor parte de los 800 buques y embarcaciones de todo tipo que hicieron los viajes llegaron a su destino en la costa alemana del Báltico (Kiel, Warnemünde, Eckernförde, Swinemünde, etc.), pero más de 100 se perdieron con su tripulación y pasaje por diversos motivos.


Muchos de los que pretendieron huir por tierra de Prusia, Silesia y Pomerania, en pleno invierno, lo hicieron por carreteras heladas y saturadas, y murieron (unos 300.000); decenas al hundirse el hielo de los lagos bajo sus pies; centenares ametrallados por los Stormovik de la aviación soviética; los más, de hambre o congelación. En total, más de tres millones de fugitivos pudieron ponerse a salvo, llegando en miserables condiciones a las que habrían de ser zonas ocupadas por norteamericanos y británicos.

Pero el más terrible de los dramas, por lo menos cuantitativamente, fue el de los campos de exterminio (lo que superaba con mucho los campos de concentración, como el de Dachau, destinado a los disidentes políticos). 

Desde que el 20 de enero de 1942 tuviera lugar la Conferencia de Wannsee en la que el Director General de la Seguridad del Reich, Reinhard Heydrich y otros altos funcionarios de la jerarquía nazi (Adolf Eichmann entre ellos) acordaron la solución final y la eliminación de los judíos y otros grupos sociales (gitanos, dementes, homosexuales, impedidos, etc.) se construyeron, la mayor parte en Polonia pero también en Alemania y Austria, campos de muerte con cámaras de gas, donde los que eran allí llevados eran inmediatamente gaseados -se gaseaban e incineraban 12.000 personas al día- o bien alojados en condiciones diabólicas mientras esperaban su turno de muerte. 


Cuando los ejércitos aliados entraron en las instalaciones encontraron miles de cadáveres y esqueletos vivientes. También encontraron algunos soldados SS Totenkopf -la rama de las SS específicamente dedicada a la vigilancia de los campos- que no pudieron huir (algunos vestidos con ropa de prisioneros pero sospechosamente bien alimentados), a los que ajusticiaron inmediatamente mediante ahorcamiento.

La población civil alemana negó rotundamente conocer la existencia de campos de concentración en su país, a pesar de poder ver el trasiego de vehículos cerca de sus casas, además de la inevitable convivencia de los ciudadanos con los sicarios nazis en un país de gran densidad de población. Fue sólo en los meses finales de la guerra cuando los aliados descubrieron aquello de lo que sólo tenían datos fragmentarios obtenidos por fotografías aéreas, por declaraciones de los desertores, por informes de la resistencia polaca y por la intercepción de las comunicaciones emitidas por las máquinas Enigma: la monstruosidad del sistema de campos mediante los que el régimen nacionalsocialista articuló la represión y el exterminio.

Quién llegó antes a Berlín? Los soviéticos; Berlín estaba más cerca de su línea del frente, el Oder, a 40 km, río al que llegaron antes que los angloamericanos al Rin. El 21 de abril de 1945 el Ejército Rojo había ya rodeado la capital de Alemania. Su ofensiva final había comenzado el 12 de enero de 1945 cuando el Primer Frente Ucraniano (Koniev) rompió el frente alemán desde la cabeza de puente de Sandormierz, sobre el Vístula. El 17 de enero el Primer Frente Bielorruso (Zhukov, sucesor de Rokosowsky, que había pasado a mandar el Segundo Frente Bielorruso), cruzó el río y conquistó Varsovia. Comenzaba así entre los dos militares soviéticos la carrera hacia la gloria de tomar Berlín -Zhukov desde el este, Koniev desde el sureste- que Stalin se encargó de estimular.


Para cuando los Grupos de Ejército 21º (Montgomery) y 12º (Bradley) habían cruzado el Rin en fuerza y eliminado la bolsa del Ruhr, el 2 de abril de 1945, el Ejército Rojo ya había cruzado el Oder y estaba obligando al Grupo de Ejércitos del Vístula (Himmler) a replegarse sobre Berlín. El Grupo de Ejércitos citado integraba al Noveno Ejército (Busse) y al Tercer Ejército Panzer (Von Manteuffel); pero eran unidades existentes sólo en el papel, con una capacidad reducida a la tercera parte de sus plantillas y completadas con reservistas enfermos enrolados en la Volksturm y con quinceañeros de la Hitlerjugend. 

Por muy buenos estrategas que fueran Heinrici (que sucedió a Himmler en el mando del Grupo de Ejércitos) y Von Manteuffel (el que mejor resultado obtuvo en la ofensiva de Las Ardenas, en diciembre de 1944) poco pudieron hacer los alemanes para frenar a un millón de soldados soviéticos que avanzaban precedidos por la lluvia de proyectiles de una artillería que disponía de 300 piezas cada kilómetro en una línea de frente de 300 km. Heinrici no pudo hacer otra cosa que infligir graves pérdidas a los rusos (más de 15.000 bajas mortales) mediante una defensa escalonada y, cuando consumió la munición, dirigir los restos de su ejército -al que acompañaban decenas de miles de refugiados- por el noroeste de Berlín hasta la costa del Báltico, donde estaban los británicos. Justo a tiempo, pues el Segundo Frente Bielorruso (Rokosowsky) enlazó con los ejércitos de Montgomery cerca de Wismar el 3 de mayo de 1945.



Una vez cruzado el Rin, el Primer Ejército Canadiense (Crerar) entró en los Países Bajos para limpiar la zona de alemanes y auxiliar a la población neerlandesa; el Segundo Ejército Británico (Dempsey) se precipitó hacia el nordeste, cruzó el Wesser y el curso bajo del Elba y llegó a la costa del Báltico el 2 de mayo en Lübeck y en Wismar, en el Schleswig-Holstein. Por su parte, los ejércitos estadounidenses avanzaron hacia el centro y sur de Alemania, sin encontrar resistencia, hasta Magdeburgo, en Sajonia-Anhalt, el Noveno Ejército (Simpson); hasta Leipzig, en Sajonia, el Primero (Hodges); hasta Pilsen, Carlsbad y Böhmisch Budweis, en Bohemia, el Tercero (Patton), y hasta Linz, en la Alta Austria el Séptimo (Patch). Magdeburgo estaba sobre el Elba; el 12 de abril los norteamericanos llegaron al Elba (el mismo día que murió el Presidente Roosevelt) y allí se detuvieron ¿Por qué? El 25 llegaron elementos del Primer Frente Ucraniano y encontraron a elementos del Noveno Ejército de los Estados Unidos. El encuentro sobre el Elba, festivo, fue en Torgau, en Sajonia, a 100 km de Berlín ¿Podrían haber recorrido los norteamericanos en nueve días -del 12 al 21 de abril- esa distancia cuando ya el Ejército Rojo había rodeado y sobrepasado Berlín y cuando un seguro encuentro frontal no tendría nada de festivo? Según Pogue la decisión de detenerse en el Elba no fue política, sino exclusivamente militar, y estuvo motivada por varios factores.


El primero, que Eisenhower (SHAEF) estimó que un avance hacia Berlín podría suponer 100.000 bajas más para los angloamericanos, cuando la guerra se aproximaba a su fin y ya existía en la opinión pública de los Aliados -y entre la tropas, algunas de las cuales llevaban combatiendo dos años seguidos- una sensación de cansancio y deseos de volver a la vida normal.
El segundo, que en los EE.UU. se consideraba que el problema de Europa debían resolverlo los europeos, y que los ejércitos norteamericanos habían hecho más que suficiente respaldando a los ejércitos británico y francés (aunque numéricamente la intervención del ejército francés había sido poco significativa, probablemente superada por la de los ejércitos polaco y canadiense).



El tercero, que las Zonas de ocupación (a distribuir entre la U.R.S.S., los EE.UU., el Reino Unido y Francia) habían sido ya definidas en la Conferencia de Yalta (4 a 11 de febrero de 1945) conforme a líneas aceptadas por los intervinientes en la reunión, y Berlín quedaba en la Zona soviética. No tenía sentido arriesgar tropas para conquistar un territorio del que luego habría que retirarse cediéndolo a los bolcheviques (de hecho, los norteamericanos, terminada la guerra, tuvieron que retirarse de Magdeburgo, Leipzig, Carlsbad, Pilsen, etc.).

El cuarto, que había informaciones, que posteriormente resultaron ser falsas, de que los nazis estaban preparando un reducto alpino, provisto de abundante armamento y provisiones, en el sur de Alemania y Austria, desde el que podrían atacar a los Aliados y prolongar la guerra varios meses. Ello obligaría a Eisenhower a destinar un importante contingente militar a prevenir la formación del reducto y, si no podía impedirse, a rodearlo y sofocarlo, lo que sería incompatible con el avance en fuerza desde el Elba hasta Berlín.



El quinto, que una vez la contienda europea en su fase final, era preciso trasladar soldados y material al Pacífico para acabar con Japón, cuyos soldados en aquellas fechas todavía se mantenían en Filipinas, en el archipiélago de las Bonin, en el archipiélago de las Ryu-Kyu y en Birmania.

La directiva que señaló su objetivo a Eisenhower era entrar en el continente europeo y, en conjunción con las otras Naciones Unidas desarrollar operaciones dirigidas al corazón de Alemania y a la destrucción de sus fuerzas armadas. Lo que confería al Generalísimo Eisenhower una estimable libertad de movimientos, que en ningún momento le fue restringida por la autoridad política. Ejerciendo esa discrecionalidad el SHAEF impulsó a Montgomery a que llegase cuanto antes a la costa del Báltico, lo que hizo el 2 de mayo de 1945, impidiendo que los soviéticos prosiguieran su avance hasta Dinamarca. Eisenhower renunciaba así a Berlín y a un posible embrollo político, ajeno a su formación y función castrense. Ante las veladas protestas de Churchill, el Alto Mando norteamericano expresó que sólo Eisenhower está en situación de saber cómo librar esta batalla y explotar al máximo los cambios de situación…, las ventajas psicológicas y políticas de la posible captura de Berlín no pueden prevalecer sobre las consideraciones militares, imperativas, que consisten en la destrucción y desarticulación de las fuerzas armadas alemanas.



Hitler había designado sucesor, como Reichspräsident, al Almirante Dönitz, tras repudiar por traidores al Reichsmarschall Göring y al Reichsführer Himmler. Desde su Cuartel General en Flensburgo, en Schleswig-Holstein, decidió parar la guerra. El 4 de mayo envió al Almirante Von Friedeburg al Cuartel General de Montgomery, en la Landa de Luneburgo, en la Baja Sajonia, donde Von Friedeburg firmó ante el Mariscal la rendición incondicional de todas las tropas alemanas en Dinamarca, Países Bajos y Noroeste de Alemania. El 7 de mayo, en Reims, en la Champaña, en el SHAEF, el General estadounidense Bedell Smith recibió del General Jodl, una vez más en representación de Dönitz y acompañado de Von Friedeburg, la rendición de todos los ejércitos alemanes con asistencia de los representantes soviético (Susloparov), británico (Morgan) y francés (Sevez). Pero el Alto Mando soviético entendió que Susloparov no tenía autorización para representar a la Unión Soviética y exigió otra ceremonia de capitulación, al día siguiente, en el Cuartel General del Ejército Rojo, en el Museo de Berlín-Karlhorst; allí el Mariscal Keitel, acompañado del representante de la Luftwaffe (Stumpff) y otra vez de Von Friedeburg, firmó la rendición de todas las fuerzas armadas de Alemania ante el Mariscal Zhukov con asistencia de los representantes británico (Tedder), norteamericano (Spaatz) y francés (De Lattre de Tassigny). Ese mismo día 8 el General Hilpert firmó ante el Mariscal Govorov la rendición del aislado Grupo de Ejércitos de Curlandia.

La guerra en Europa había terminado formalmente (ahora hace 70 años) después de 5 años, 8 meses y 8 días; y, aunque hasta el día 10 el Grupo de Ejércitos Centro (Schörner) siguió combatiendo contra los partisanos checos en Praga, el 8 de mayo de 1945 se conmemora como el VE Day -Día de la Victoria en Europa-. Se pasaba una página y se abría otra: la de la rectificación de fronteras, la desnazificación, el suministro de alimentos a las poblaciones desvalidas, los desplazamientos masivos, el asentamiento de refugiados, la vuelta de (algunos) prisioneros a sus casas, la búsqueda de desaparecidos, la desmovilización de ejércitos, la reconstrucción de ciudades y vías de comunicación, etc.

Pero, sobre todo, se abría la exigencia de responsabilidades por los atroces crímenes de guerra y contra la humanidad perpetrados por el régimen nacionalsocialista. No es que los jerarcas y militares alemanes fueran los únicos que cometieron brutalidades. Los soviéticos (como ejemplo, los 20.000 polacos asesinados en Katyn) y los angloamericanos (los campos de prisioneros alemanes de las riberas del Rin, el bombardeo de Dresde) también cometieron crímenes. Pero angloamericanos y rusos vencieron y Alemania fue completamente derrotada. Como espetara el galo Breno a los romanos: Væ victis! (¡Ay de los vencidos!)


Por otra parte, continuaba la guerra contra el Japón…



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