María
Isabel Granda Larco nació en Cotabambas, provincia Grau, Región
Apurímac,
el 3 de setiembre del año 1920.
A los
doce años descubrió su vocación musical y fue nombrada vicepresidenta de la
Asociación de Canto de su colegio. En 1937 formó el dúo llamado Luz y Sombra
junto a su amiga Pilar Chamaca Mújica. El dúo cantó en diversas emisoras como
Radio Nacional o Radio Miraflores, en la que Chabuca animaba un programa para
artistas aficionados.
En 1940
formó un trío con Martha y Charo Gibson; interpretaban canciones mexicanas, muy
de moda en la época. Dos años más tarde contrajo matrimonio con el brasileño
Enrique Demetrio Fuller Da Costa, del que se separó en 1952, tuvo una hija,
luego se dedicaría a componercanciones criollas. Desde entonces, se hizo llamar
"Chabuca".
El primer
período de su producción creativa es netamente evocativo y
pintoresco.
Sus primeras canciones son dedicadas a Lima de fines del
año 1800,
por lo tanto, son evocativas de la ciudad que ella conoció a
través de
su padre, la del barrio del Barranco, de grandes casonas francesas,
con
inmensos portales y jardines de invierno.
A esta
etapa pertenecen “Lima de veras”, “La flor de la canela”, “Fina
estampa”,
“Gracia”, “José Antonio”, “Zeñó Manué” y muchas otras.
En sus
últimos años, "Chabuca" hizo canciones de música negroide,
afroperuana,
que, a pesar de ser popular, era discriminada por razones
sociales
y raciales.
Murió por
una disfunción cardíaca en una clínica de los Estados Unidos,
en el año
1983.
Su voz y
su vasta creación se extendieron más allá de las fronteras
del Perú,
recreadas también por intérpretes de todo el mundo que
han visto
en sus obras una fina y sensible expresión de la música del
Perú
César
Lévano, el brillante periodista, rememoró en "Caretas" la vida de
"Chabuca"
Granda de la siguiente manera: "Esa noche, en su casa de la
Plaza Dos
de Mayo, el cantor del ‘Felipe
Pinglo’ José Moreno celebraba
su
cumpleaños con la jarana de
reglamento.
Una
invitada era la novel compositora Isabel
Granda. Hacia la madrugada,
la joven
abrió las ventanas del
balcón y contempló La
Colmena.
Entonces
soñó la ciudad, la ciudad dormida
bajo la niebla y el lucero
del alba. Y dijo en voz alta:
-Déjame
que te cuente, limeño, Déjame
que te diga la gloria del ensueño
que evoca la memoria, Luego,
volviéndose al grupo criollo, exclamó:
Ya tengo
la expresión!
Pero las
canciones no nacen del aire.
Tienen su germen, su entraña, su
trayecto. Déjenme que lo cuente
Juanita. Juanita Loyola Angulo, hija de
Victoria Angulo, la inspiradora
de ‘La flor de la canela’:
-Mi madre
había conocido a Chabuca jovencita,
cuando esta iba a la casa
de doña María Isabel Sánchez Concha de
Pinilla, en Barranco. En 1947,
lo sé con precisión porque
ese día Chabuca me firmó un
álbum de autógrafos, mi madre la
llevó a una fiesta en nuestra
casa, que era un corralón frente al
Puente de Palo, que ya no
existe. Estaba en la curva del tren para
Ancón (iba a dar al Jirón Arica, a
las calles La Toma y La Palma).
Era un
corralón a donde llegaban todos los
músicos. Entre ellos,Elías y
Augusto Azcuez Villanueva, que eran
primos hermanos de mi madre.
También iban Bartola Sancho
Dávila, prima de mi madre, Manuel
Covarrubias, Pablo Casas
Padilla, Luciano Huambachano, toda la
real academia del criollismo.
En esa
época, Chabuca tenía tres valsecitos.
Uno de ellos era ‘Mi ofrenda’.
Quería que los cantaran, pero no
conocía el ambiente. Entonces
María Isabel le dijo: ‘Yo te voy a
llevar donde Victoria. Ahí van
todos. Y un día llegó Maricucha
con
Chabuca y Louise Darius, una
bailarina de ballet francesa que era
famosísima y no hablaba ni una
palabra de español.
Maricucha
estaba siempre vinculada con los
artistas. Iba a la casa con los
Graña, con todos ellos. Allí la
vieron algunos chicos de entonces:
Oscar Avilés, Alejandro Cortez y
Augusto Ego Aguirre, de ‘Los
Morochucos’. En esa época, Chabuca no sabía cómo agradecerle a mi
mamá. Y le hizo ‘La flor de la canela’.
-¿Qué
ocurrió después de esa noche en casa de José Moreno? ¿Chabuca
fue y le
cantó a doña Victoria?
-No. Fue
una sorpresa que le dio el día de su santo. Chabuca estaba haciendo
el valse
desde hacia meses. En esa época ella trabajaba en la Antigua
Botica Francesa. Era consejera de los productos de belleza Helena Rubinstein.
Entonces, cuando mi hermana y yo pasábamos por el jirón de
La Unión, nos convidaba el heladito. Servían los helados en una
conchita.
Era precioso cómo los servían. Chabuca nos llevaba después al baño
para cantarnos lo que estaba componiendo. Los pedacitos que iba
escribiendo de ‘La Flor de la Canela’.
El 21 de julio de 1950, día
en que mi madre cumplía 48 años, le cantó el vals. -Cuando
Chabuca dice: ‘del puente a la Alameda, menudo pie la lleva’,
¿se está
refiriendo al Puente de Palo? -Claro.
Ella hablaba del Puente de Palo.
Sin duda
por eso dice: ‘ahora que aún se mece en un sueño el viejo puente,
el río y la Alameda’.
-Los
Azcuez me dijeron que eran tíos de Alejandro Villanueva... ¿También
él era
jaranista?
-No, pero
era muy ayayero. En el sentido de que terminaban de jugar,
y todos
los del Alianza se reunían en mi casa.
Alejandro era bajopontino.
Mis tíos
eran aliancistas hasta los huesos. Como lo era Pablo Casas.
Y había
el parentesco con Eugenio Segalá, el arquero del Alianza que,
por
razones de trabajo, no pudo ir a la Olimpíada de Berlín. En lugar
de él fue
Juan Valdivieso.
Había
también una vinculación con Julio Quintana, con Filomeno García,
con
Villalta del Alianza de esa época.
Con esa
gente se juntó, para darles su inspiración y para recibirla, Chabuca
Granda y
Larco, la que un día dijo a su amigo argentino Antonio
Rodríguez
Villar: ‘El éxito me hizo ver otros sitios, otros ámbitos y conocí
más a mi
país. Me di cuenta de que yo había ascendido al pueblo’.
No era
solo la tradición, porque era también la esperanza. Lo dijo en
su valse
dedicado al Perú: ‘Es un gigante al que arrullan sus anhelos.
Bello
durmiente que sueña frente al cielo’. Lo cantó el niño Mariano
Huaychillo
el día de su entierro.
Con sus
ojos azules, bajo la niebla color perla que el lucero doraba,
Chabuca
Granda abría ventanas a un ensueño, a una enredadera de
ilusión y
memoria.
Había
ascendido al corralón de su pueblo, y allí sembró una flor. Chabuca,
una
canela que florece mucho".
CHABUCA
EN OPION DE SUS AMIGOS:
"Cecilia
Barraza tenía veintiún años cuando quiso cantar ‘Cardo o Ceniza’,
canción
dedicada a Violeta Parra y a su amor frustrado por un joven
quenista
suizo.
Cecilia recuerda haberle dicho: ‘señora, quiero cantar
Cardo o Ceniza’. ‘No, me contestó, esa canción solo puede ser cantada
por señoras. Solo después de mucho tiempo comprendí por qué’.
‘En
otra oportunidad, alguien le cantó equivocándose en la letra, uno de
sus temas. Cuando ‘Chabuca’ se levantó entre aplausos –siempre manteniendo la
diplomacia– dio unos pasos hacia el cantante y abrazándolo, lo besó en la
mejilla.
Lo que nadie entrevió es que la ya afamada compositora le susurró al
oído con una gran sonrisa: cuando la sepa, cántela. Andrés Soto fue también
alguien especial en la vida de ‘Chabuca’. Ella celebró siempre el talento del
compositor.
‘Una vez me dijo que siempre que quisiera ir a verla lo haga. No
importaba la hora. Me aparecí en la madrugada y después del susto de su
empleada al tener que despertarla, me recibió y mandó a destapar una botella de
whisky para mí. Siempre tenía esos detalles.
Nos quedamos hasta que amaneció.
Yo le canté una nueva canción y terminamos desayunando con jugo de naranja y
tostadas’. Magda Figuerola y Elena Bustamante recuerdan cada detalle. Echadas
en la cama después de un gran almuerzo, leían diferentes dietas que algún lunes
esperaban empezar.
Susana Baca lo que más recuerda es su olla de tallarines,
‘poetas, músicos, políticos, todos iban llegando, y ella agregaba más agua y
tallarines, para que todos comiéramos.
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