Stephen Hawking
(Stephen William Hawking; Oxford, Reino
Unido, 1942) Físico teórico británico. A pesar de sus discapacidades físicas y
de las progresivas limitaciones impuestas por la enfermedad degenerativa que
padece, Stephen William Hawking es probablemente el físico más conocido entre
el gran público desde los tiempos de Einstein. Luchador y triunfador, a lo
largo de toda su vida ha logrado sortear la inmensidad de impedimentos que le
ha planteado el mal de Lou Gehrig, una esclerosis lateral amiotrófica que le
aqueja desde que tenía 20 años. Hawking es, sin duda, un caso particular de
vitalidad y resistencia frente al infortunio del destino.
El 8 de enero de 1942, en momentos en que
la capital del Reino Unido sobrevivía bajo la permanente amenaza de los
bombardeos alemanes, nacía Stephen Hawking en la ciudad de Oxford. Allí comenzó
a estudiar en el University College, donde se licenció en 1962 con los títulos
de matemático y físico. Por esa época era un chico de vida normal, cuyas
singularidades eran únicamente su brillante inteligencia y un gran interés por
las ciencias.
Pero en 1963, en el transcurso de una
sesión de patinaje sobre hielo, el joven Stephen resbaló y tuvo dificultades
para incorporarse. De inmediato se le diagnosticó un trastorno degenerativo
neuromuscular, la ELA o esclerosis lateral amiotrófica. Los médicos supusieron
que la enfermedad iba a acabar con su vida en pocos años; sin embargo, se
equivocaron. Naturalmente, la vida de Stephen no fue la misma a partir de
entonces, pero sus limitaciones físicas no interrumpieron en ningún momento su
actividad intelectual; de hecho, más bien la incrementaron.
Mientras cursaba su doctorado en el Trinity
Hall de Cambridge, se casó con Jane Wayline (1965).
Tras casi veinticinco años
de matrimonio, en 1990 la pareja se separó y el científico se fue a vivir con
Elaine Mason, una de las enfermeras que lo cuidaba y con la que cinco años más
tarde contrajo matrimonio. Tras obtener el título de doctor en física teórica
(1966), su pasión por el estudio del origen del universo fue en aumento, y sus
investigaciones se centraron en el campo de la relatividad general,
particularmente en la física de los agujeros negros.
Ciertamente, Hawking no sólo es comparable
con Albert Einstein por su popularidad: al igual que el formulador de la
relatividad, Stephen Hawking se planteó la ambiciosa meta de armonizar la
relatividad general y la mecánica cuántica, en busca de una unificación de la
física que permitiese dar cuenta tanto del universo como de los fenómenos
subatómicos. En 1971 sugirió la formación, a continuación del big bang, de
numerosos objetos denominados «miniagujeros negros», que contendrían alrededor
de mil millones de toneladas métricas de masa, pero ocuparían sólo el espacio
de un protón, circunstancia que originaría enormes campos gravitatorios,
regidos por las leyes de la relatividad.
Sus estudios sobre los miniagujeros negros
lo llevarían a combinar por primera vez la teoría de la relatividad y la
mecánica cuántica para resolver el problema de estudiar estas estructuras de
dimensiones muy reducidas y de densidad extraordinariamente elevada, sobre las
que no se creía que se pudiese obtener algún conocimiento. En 1974 propuso, de
acuerdo con las predicciones de la física cuántica, que los agujeros negros
emiten partículas subatómicas hasta agotar su energía, momento en el cual se
produce un estallido final. Hawking ha explorado asimismo algunas
singularidades del binomio espacio-tiempo.
En 1974 Hawking fue designado miembro de la
Royal Society y, tres años más tarde, profesor de física gravitacional en
Cambridge, donde se le otorgó la cátedra Lucasiana de matemáticas (1980), que
había sido dictada por Isaac Newton y que el profesor británico continuaría
ocupando en las décadas siguientes. Pero a medida que los logros intelectuales
y los reconocimientos se iban sucediendo en su vida (ha publicado multitud de
libros y recibido innumerables premios y doctorados honoris causa), también
avanzaba el proceso degenerativo de su enfermedad. Primero la inmovilidad de
sus extremidades lo llevó a depender de una silla de ruedas; después la
parálisis se extendió a casi todo su cuerpo y, a sus 58 años, sólo podía
comunicarse mediante un sintetizador conectado a su silla.
Un gran divulgador
Resulta una gran paradoja, sin duda, que un
hombre que se involucró plenamente en la tarea de clarificar los conceptos
científicos para el público medio (a diferencia de la mayoría de sus colegas,
Hawking optó decididamente por la divulgación) se haya tenido que enfrentar
duramente con la dificultad de poder comunicarlos. No obstante, gracias a su
empeño y tenacidad, no ha dejado de salvar los escollos que se derivan de sus
discapacidades físicas. En 1989, en ocasión de su visita a España para recibir
el premio Príncipe de Asturias, Stephen Hawking subrayó la importancia de que
los ciudadanos de a pie posean las nociones científicas suficientes para
participar en los debates que abren los nuevos avances científicos y
tecnológicos, evitando que todo quede en manos de los expertos.
Ése es el mensaje que se descubre en
algunos de sus libros más famosos, como Historia del tiempo: del big bang a los
agujeros negros (1988), que ha sido traducido a treinta y siete idiomas y del
que en pocos años se vendieron más de veinte millones de ejemplares. En su
propósito de hacer llegar el libro a un público amplio, Stephen Hawking
renuncia a las fórmulas y a las exposiciones para especialistas, pero no
abandona el tratamiento riguroso de la cuestión. Procede primero a una amplia
exposición de las ideas cosmológicas actuales (el big bang y la expansión del
universo), así como de los principales hallazgos de la física de las
partículas, que explican a nivel subatómico cómo es la materia y las fuerzas
que la gobiernan.
Hawking pone de manifiesto la sorprendente convergencia de
estas dos vías de investigación, que han dado nacimiento a una nueva
disciplina: la astrofísica de las partículas.
En Historia del tiempo el autor aborda
también, manteniendo siempre el tono de alta divulgación, temas como los agujeros
negros y, además del origen, el posible destino del universo. Tampoco elude la
pregunta que se formula el hombre común cuando se enfrenta a estas cuestiones:
el papel de Dios en todos esos fenómenos, así como la creación del universo,
punto en el que Stephen Hawking abandona el tratamiento rigurosamente
científico para aventurarse en los inciertos caminos de la especulación
metafísica.
Otro libro posterior, El universo en una
cáscara de nuez (2002), tiene una intención divulgativa todavía mayor que sus
libros precedentes. Respecto a su bibliografía más especializada, sus esfuerzos
para describir desde un punto de vista teórico las propiedades de los agujeros
negros, así como la relación que estas propiedades guardan con las leyes de la
termodinámica clásica y de la mecánica cuántica, han quedado recogidos en obras
como The Large Scale Structure of Space-Time (1973, en colaboración con G.F.R.
Ellis), Superspace and Supergravity (1981) y The Very Early Universe (1983).
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