EL CELLER DE CAN ROCA / GIRONA – ESPAÑA.
Los hermanos Joan, Josep y Jordi Roca
(Girona, 1964, 1966 y 1978, respectivamente) son la tercera generación de una
saga hostelera que tiene su primer testimonio en los abuelos de este trío: en
1920, Joan Roca y su mujer Angeleta (la abuela, la ‘iaia’; en la imagen, con
sus nietos, en el bar Can Roca), abrieron una fonda en San Martín de Llémena,
en la comarca de La Garrotxa. Se llamaba Can Reixach (hoy sigue en activo al
margen de la familia) y en ella nació Josep Roca, padre de Joan, Josep y Jordi
Roca.
En segunda generación, sus padres,
Montserrat y Josep, pusieron en marcha una casa de comidas, Can Roca, en 1967,
en el barrio de Taialà en Girona. Es un bar de cocina tradicional, arroces y
canelones, que sigue funcionando en la actualidad con un menú del día y una
oferta de cocina tradicional catalana. En el piso de arriba de este local,
Joan, Josep y Jordi Roca vivían con sus padres; en el bar de la planta baja, es
donde pasaron su infancia y adolescencia. El equipo de El Celler, incluidos
todos los ‘stagiers’, come a diario en Can Roca; a media mañana, es el momento
de la denominada ‘comida de la familia’ (comida del personal).
En 1986, Joan y Josep Roca, tras viajar a
Francia, vuelven con la idea de construir un espacio de alta cocina con la
ambición gastronómica de los espacios galos; así que abren El Celler de Can
Roca, ubicado en un espacio justo al lado de la casa de sus padres. Más tarde,
se incorpora Jordi Roca al negocio. Joan tenía 22 años y Josep, 20.
El primer plato de El Celler fue la
‘Merluza con vinagreta de ajo y romero’, resultado del contacto de Joan con la
cocina vasca, a través del restaurante de Ramón Roteta. Dos años después, nació
un plato que hoy se sigue sirviendo en el restaurante: ‘Parmentier de bogavante
con trompetas de la muerte’.
En 1989, Joan Roca trabajó en elBulli, el
espacio de Ferran Adrià en Cala Montjoi (Girona) destinado a cambiar el rumbo
de la gastronomía mundial.
Casi desde el arranque de este
restaurante gastronómico, los hermanos Roca, conscientes de la dificultad de
rentabilizar un espacio de alta cocina, buscan otras vías para generar
ingresos. Son los “negocios complementarios”, denominados así por Joan Roca y
que engloban la actividad de catering y eventos y las asesorías desarrolladas
por los hermanos Roca.
La familia compró Can Sunyer, una casa
antigua situada justo enfrente de Can Roca y de El Celler, que finalmente se
destinó al negocio de catering y eventos en 1995.
En 1997, la cocina dulce adquiere
relevancia con la llegada de un chef de postres: el galés Damian Allsop, con
quien empieza a trabajar como ayudante Jordi Roca, que descubre así el camino
de la pastelería.
En 2007, El Celler de Can Roca (que había
sido sometido a una reforma en 1996) se traslada a su nuevo espacio en la
denominada hasta entonces Torre de Can Roca, que se somete a una reforma
firmada por la interiorista Sandra Tarruella. Mientras, la actividad de
banquetes y catering se trasladó a Mas Marroch, una finca a las afueras de
Girona.
El antiguo Celler pasó a formar parte de
Can Roca, la casa de los padres, que ahora suma dos estancias: el bar de
siempre y el antiguo comedor del espacio gastronómico. Además, en este local,
se desarrolla actividad de investigación de El Celler.
Sin carta desde mediados de 2011, El
Celler de Can Roca ofrece a los clientes dos menús, con precios de 135
(degustación) y 165 euros (festival), precios con IVA y sin incluir bebidas.
El grupo de la familia Roca suma hoy
varios negocios: Can Roca; El Celler de Can Roca; la finca de eventos Mas
Marroch; la dirección gastronómica del Hotel OMM Barcelona, a través de una
alianza con Grupo Tragaluz, con el proyecto Roca BCN (que suma Roca Moo y Roca
Bar); la oferta gastronómica dentro del festival de verano Cap Roig (Girona); y
Rocambolesc, la heladería abierta por Jordi Roca y Ale Rivas en Girona, que
estrena ahora un segundo local en Playa de Aro.
La bodega del restaurante, distribuida en
cinco cubos dedicados a cinco regiones vinícolas (Champán, Riesling, Borgoña,
Priorat y Jerez), suma unas 30.000 botellas.
En paralelo al restaurante, con piezas
clave en el equipo como Salvador Brugués en investigación y Manel de la Rubia
en la gestión de reservas, los hermanos Roca han realizado una intensa labor de
investigación, que se ha concretado en aportaciones como el trabajo con el
‘Roner’, instrumento desarrollado en 1997 por Joan Roca y Narcís Caner (la suma
de parte de sus apellidos da nombre a esta máquina) para la cocción al vacío.
En 2012, el carro de postres vuelve la
restaurante y nace el concepto de heladería Rocambolesc.
El Celler de Can Roca cuenta con un
equipo de unos cincuenta pro
fesionales (entre cocina y sala) para
atender un comedor con capacidad para 40 comensales.
Hace dos años, el restaurante generaba
una facturación de 2,2 millones de euros.
En su presupuesto anual de gastos, un 45%
se destina a la compra de materia prima y un 33% al gasto de personal.
En 2009, El Celler de Can Roca se
posicionó como quinto mejor restaurante del mundo en la lista 50 Best
Restaurants in the World; en 2010, como cuarto; en 2011 y 2012, como segundo;
y, en 2013, como primero.
El restaurante tiene 3 Michelin (la
primera obtenida en 1995; la segunda en 2002 y la tercera en 2009) y tiene 3
soles de la Guía Repsol.
PREMIO 2015:
“Al César lo que es del César”. Con esa
frase, muchos talentos del mundillo de la gastronomía —y no sólo española—
acogieron anoche el regreso de El Celler de Can Roca al trono de la
restauración mundial. El establecimiento de Girona recuperó el cetro que la
revista británica Restaurant ya le otorgase hace dos años como líder de la
cocina de vanguardia. En 2014, cedió ese puesto al danés Noma, ahora relegado
al tercer lugar, por detrás de la Osteria Francescana de Modena.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario