Tomás de
Torquemada
Inquisidor
general de Castilla y Aragón (Valladolid, 1420 - Ávila, 1498). Procedía de una
influyente familia de judíos conversos de Castilla; su tío, Juan de Torquemada,
fue cardenal y prior de los dominicos de Valladolid. Tomás ingresó muy joven en
la orden de su tío y llegó a ser prior del convento de Santa Cruz de Segovia.
Fue confesor de varias personas influyentes de la corte de los Reyes Católicos,
que le pusieron en contacto con la reina Isabel.
En 1483
fue nombrado inquisidor general con autoridad sobre todos los reinos de las
Coronas de Castilla y Aragón, para poner fin al desorden que había reinado en
la Inquisición española desde que se fundara en 1478. Aunque no fue el primer
inquisidor general, sí fue el verdadero organizador del Tribunal. Centralizó el
Santo Oficio en torno al nuevo Consejo Supremo de la Inquisición, del cual fue
primer presidente. Dictó las ordenanzas de 1484-85 y 1488, que crearon el
procedimiento inquisitorial para perseguir a los herejes (mediante acusaciones
anónimas, interrogatorio bajo tormento y penas que podían llegar hasta la
hoguera).
Torquemada
fue un riguroso perseguidor de toda disidencia religiosa, que llevó su celo
ortodoxo hasta la crueldad. Convencido de la necesidad de la unidad religiosa,
fue uno de los inspiradores de la expulsión de España de los judíos que no
aceptaran convertirse al cristianismo (1492); y después aumentó el rigor en la
persecución de los judeoconversos (a los que él mismo pertenecía), acusados
frecuentemente de seguir practicando su religión en secreto.
Durante la
estancia de la reina Isabel I de Castilla en Sevilla entre 1477 y 1478, el
dominico sevillano Alonso de Ojeda, prior del convento de San Pablo, la
convenció de la existencia de prácticas judaizantes entre los conversos
andaluces. Un informe, remitido a instancias de los soberanos por el cardenal
Mendoza, arzobispo de Sevilla, y por Tomás de Torquemada, vino a corroborar las
sospechas. Para descubrir y acabar con todos los falsos conversos, en 1478, los
reyes solicitaron bula papal para la creación del Tribunal de la Inquisición
del Santo Oficio, como dependencia directa de la Corona.
El 1 de noviembre de
1478 el papa Sixto IV promulgó la bula Exigit sincerae devotionis affectus, por
la cual quedaba constituida la Inquisición para la Corona de Castilla.
En un
principio, la actividad inquisitorial se limitó a las diócesis de Sevilla y
Córdoba, donde inicialmente se había detectado el foco de conversos
judaizantes. El primer auto de fe se celebró en Sevilla el 6 de febrero de
1481, donde fueron quemados vivos seis detenidos acusados de judeoconversos. El
sermón lo pronunció el propio Alonso de Ojeda, bajo cuyos atentos desvelos
había resurgido la Inquisición. Tras diversos problemas en la organización y
aplicación de los nuevos poderes inquisitoriales, el papa Sixto IV nombró a
Tomás de Torquemada para el cargo de inquisidor general en 1483 a instancias de
la reina Isabel.
Al poco
tiempo, el 17 de octubre de 1483, Torquemada fue nombrado por el papa Inocencio
VIII “Inquisidor General del Principado de Cataluña, de la ciudad y del
obispado de Barcelona”. Pero encontró una gran repulsa entre la población,
negándose los concellers a prestar el juramento que les pedía el inquisidor. En
1484 Torquemada redactó el reglamento común que debía guiar las acciones de los
inquisidores. La posterior extensión de su poder efectivo sobre la Corona de
Aragón fue facilitada por el asesinato del inquisidor Pedro de Arbués en 1485
en Zaragoza, atribuido por las autoridades a una banda de herejes y judíos.
Tras la gran repercusión social de este asesinato, la población comenzó a
colaborar con el Santo Oficio.
Pocos años
después, el supuesto asesinato ritual del llamado Santo Niño de La Guardia en
1491, igualmente atribuido a una banda de judíos, pudo influir en la
proclamación del Edicto de Granada, que ordenó la proscripción de todos los
judíos de España para el 2 de agosto de 1492, y del que se le considera más que
probable autor.
En 1493 se
retiró al convento de Santo Tomás de Ávila, donde en 1498, a la edad de 77 o 78
años, acaeció su muerte.
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