(Silvia
Pinal Hidalgo; Guaymas, Sonora, 1931) Actriz mexicana. Verdadera institución en
el mundo del espectáculo mexicano, Silvia Pinal posee también un importante
arraigo en la cinematografía internacional, gracias a su participación como
protagonista en la obra maestra de Luis Buñuel, Viridiana (1961), y a sus
deliciosas interpretaciones en películas españolas como Adiós, Mimí Pompón
(1960), de Luis Marquina, y Maribel y la extraña familia (1960), de José María
Forqué. La actriz había llegado a España de la mano de Tulio Demicheli,
realizador argentino que la había consagrado en México con varios melodramas
eróticos.
Se inició
como actriz teatral sobre el escenario del Ideal capitolino a una edad muy
temprana, gracias a su relación sentimental (que pronto se formalizaría en
matrimonio) con el actor y director Rafael Banquells. Tal circunstancia le
proporcionó un sólido aprendizaje del oficio y una inmediata popularidad, al
menos en la capital mexicana.
Su debut
cinematográfico tuvo lugar en 1948 (es decir, cuando sólo contaba con 17 años),
en la película Bamba, de Miguel Contreras Torres: allí ostentaría ya las
características que harían de ella una actriz singular en el panorama artístico
mexicano. Con su voz ronca y sensual y un atractivo físico de enorme
agresividad, encarnó a una joven veracruzana, embarazada por el arrebato
erótico del villano Tito Junco. En el material publicitario de este melodrama
folclórico se decía: "El excesivo calor de estas regiones permite a las
mujeres ir ligeras de ropa y mostrar el encanto de sus formas..."
Casi sin
interrupción rodó una película tras otra, casi siempre productos comerciales
que arrasaban en las plateas y que, si bien no contribuyeron a engrandecer su
gloria artística, sí que fortalecieron en cambio su popularidad. Entre ellas se
encuentran El pecado de Laura (1948), de Julián Soler, en la que encarna a una
estudiante de piano que triunfa como concertista y cae en los brazos de su
verdadero amor en la vida real, Rafael Banquells; Puerta..., joven (1949), de Miguel
M. Delgado, que le permitió formar pareja con la gran estrella nacional
Cantinflas; o La mujer que yo perdí (1949), de Roberto Rodríguez, en la que
disputó con fiereza con cualquier hembra que se le pusiera por delante los
favores de otro ídolo popular mexicano: Pedro Infante.
Formó pareja
con el cómico Germán Valdés, Tin Tan, en dos películas producidas el mismo año
(1950) y por el mismo director, Gilberto Martínez Solares: El rey del barrio y
La marca del zorrillo, que contribuyeron a popularizar definitivamente la
imagen de Silvia Pinal en todo el país. A partir de entonces, su categoría se
elevó al nivel de las estrellas indiscutibles del período (Pedro Infante, Marga
López o Silvia Derbez), con los que compitió en ocasiones en el mismo reparto. Tal
es el caso de Infante, con el que volvió a coincidir a lo largo de 1952 en tres
títulos: Sí... mi vida, de Fernando Méndez; Por ellas, aunque mal paguen, de
Juan Bustillo Oro; y Un rincón cerca del cielo (1952), de Rogelio A. González,
que le deparó la oportunidad de porfiar con Marga López por el galán cantante.
La última película que los emparejó fue El inocente (1955), también de Rogelio
A. González, quien tuvo el acierto de dar el papel de madre de Silvia Pinal a
otra institución del cine mexicano, Sara García.
Por aquel
entonces apareció en su vida profesional Tulio Demicheli, un realizador
argentino exiliado en México desde 1953 que contribuyó de forma decisiva a
modelar la imagen de Silvia Pinal como encarnación de la mujer fatal, perdición
de los hombres y señuelo de sus fantasías sexuales más comunes y, a veces,
sorprendentemente imaginativas.
La simple
mención de títulos de las diversas películas de Demicheli revela con
extraordinaria plasticidad sus significados e intenciones: Préstame tu cuerpo,
Una golfa y Desnúdate, Lucrecia, las tres producidas en 1957. En Préstame tu
cuerpo se remedaba con cierto descaro el asunto de El diablo dijo no; Silvia
Pinal encarnaba a una bellísima y escultural cantante que, tras fallecer
inesperadamente, se veía envuelta en intrigas de alcoba. Respondiendo al
imperativo título de Desnúdate, Lucrecia, la actriz posaba desenvuelta y
reiteradamente para calendarios... Y en Una golfa daba cuerpo a Diana, una
infeliz prostituta atribulada. Fue tal el éxito de estos tres títulos que
Silvia Pinal y Tulio Demicheli decidieron trasladarse a España en busca de una
proyección más amplia para sus trabajos.
La
permisividad de la censura era menor entonces en España que en México, por lo
que hubo de rebajarse el explícito erotismo de las comedias que habían
constituido su lanzamiento comercial. Así y todo, Demicheli utilizó en las dos
comedias a dos galanes que gozaban de popularidad al otro lado del Atlántico:
Rubén Rojo en Las locuras de Bárbara (1958) y Alberto Closas en Charlestón
(1959). Más calidad tuvieron las dos siguientes películas en las que Silvia
Pinal, sin renunciar a su constante de clara incitación erótica, demostró un
talento de primer orden para la comedia: Adiós, Mimí Pompón y Maribel y la
extraña familia (1960).
Divorciada
de su primer marido, Silvia Pinal se casó con el productor Gustavo Alatriste,
lo que le proporcionó en el aspecto profesional la mejor oportunidad de su
vida: conocer a Luis Buñuel y trabajar a sus órdenes, consecutivamente, en tres
obras significativas del director aragonés: Viridiana (1961), El Ángel
exterminador (1962) y Simón del desierto (1965).
Sólo por
estas interpretaciones magistrales cualquier actriz merecería figurar en la
historia del cine. Silvia Pinal no desaprovechó las posibilidades que le
ofrecían tanto el personaje principal de Viridiana, al que infundió la sutileza
y la ambigüedad erótica necesaria, como el agresivo carácter de Leticia
"La Valkiria", que le permitió destacar en el reparto coral de El
Ángel exterminador. Pero donde las cualidades de una actriz madura, en posesión
de sus mejores recursos (forjados, no hay que olvidarlo, en folletines o
comedias vulgares de intenciones claramente sexuales), se pusieron de
manifiesto con una brillantez desusada fue en su divertida y maliciosa
encarnación del Diablo en Simón del desierto.
Si la
carrera de Silvia Pinal puede establecerse a través de sus compromisos
matrimoniales, el tercer marido condicionó su vuelta a los escenarios y su
establecimiento como estrella de la televisión mexicana: el popular cantante
Enrique Guzmán, con el que protagonizó ¡Cómo hay gente sinvergüenza! (1971), de
René Cardona Jr., le proporcionó una fama en su país que alcanzaba a los
espectadores más jóvenes y que le permitió presentarse como estrella de
comedias musicales (Mame y Hello, Dolly!), así como regentar dos teatros
propios, el Silvia Pinal y el Diego Rivera, y aparecer de modo estelar en
numerosos espectáculos televisivos.
Habiendo
alcanzado el grado de "gran dama" del espectáculo mexicano, contrajo
todavía un cuarto matrimonio con el político Tulio Hernández. Además de los
méritos de su propia carrera, es justo consignar que la actriz ha sido además
el centro y origen de una saga artística que incluye a sus hijos (la actrices
Silvia Pasquel y Viridiana Alatriste, la cantante Alejandra Guzmán, el músico
Enrique Guzmán Jr.) e incluso a una nieta, la cantante pop Stephanie Salas.
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