El Gobierno
de Pekín interviene con todos sus medios e impide que las fuerzas del mercado
actúen por sí solas.
Casi cien
millones de inversionistas venden apresuradamente, en la creencia de que sus
ahorros terminarán evaporándose
Shanghai y
Shenzen, las dos mayores Bolsas de Valores de China, terminaron la semana con
importantes repuntes tras el crac que supuso la pérdida de hasta un 40% en la
cotización de muchos de sus títulos. Para conseguir ese momentáneo frenazo al
descenso a los infiernos, el Gobierno de Pekín no escatimó en medios: exigió a
las grandes empresas del país que no vendieran más acciones de sus filiales que
cotizan en Bolsa. Tal prohibición la extendió incluso a los directivos, a los
que se les pidió que compraran incluso acciones pese a estar en caída libre, y
puso a la policía y a la Comisión Reguladora del Mercado de Valores a
investigar conjuntamente contra la especulación, considerando ésta la venta de
posiciones cortas.
El
despliegue de semejante arsenal de medidas pretende conjurar el pánico,
desatado al activarse los cortafuegos. Desde el 12 de junio, el punto
culminante en que las cotizaciones registraron sus picos más altos de la
historia, y el 8 de julio, las Bolsas chinas registraron pérdidas equivalentes
a más de tres billones de euros, o sea, más del triple de la capitalización de
todo el mercado español, por ejemplo.
La irrupción
de las autoridades chinas en los parquets bursátiles, además de componer un
cuadro de medidas sin precedentes, contraviene la resolución de la Asamblea
Nacional de 2013, que asignaba a las fuerzas del mercado un papel fundamental
en la marcha de la economía del país. Ahora, está claro que Pekín no va a
tolerar que la situación se le vaya de las manos.
La historia
de esta burbuja comienza en enero de 2014, momento en que la fiebre
inmobiliaria muestra inequívocos síntomas de agotamiento. Los precios de los
apartamentos en los miles de rascacielos erigidos en cientos de ciudades, lejos
de continuar su vertiginosa espiral alcista, empiezan a desplomarse, y los que
invertían en el ladrillo con esperanzas de mantener e incrementar sus ahorros,
comprueban que escasean cada vez más los compradores y que los precios caen
rápidamente.
Es entonces
cuando, amparados en el clima de euforia que se desprende del fin de la crisis
en Estados Unidos, los ahorradores chinos buscan un refugio alternativo. Es así
que casi cien millones de inversores individuales, la inmensa mayoría sin
conocimientos financieros de ningún tipo, compran acciones de alguna de las
2.800 empresas que cotizan, principalmente en Shanghai y Shenzen, esta última
especializada en valores tecnológicos.
La avalancha
compradora provoca una desconexión evidente con la economía real. Se da la
circunstancia de que China registra en 2014 su menor incremento del PIB en los
últimos quince años. Al mismo tiempo, las cotizaciones bursátiles de disparan
hasta alcanzar esas astronómicas revalorizaciones de hasta el 200%. Una espiral
que solo puede producirse porque los inversionistas, aunque compren a precios
caros, siguen creyendo que encontrarán más adelante a otros compradores, a los
que les venderán sus acciones con el correspondiente beneficio. Cuando venden a
la desesperada es porque ya se han convencido de que no quedan más locos a
quienes colocarles su mercancía.
La burbuja,
así alimentada, se pinchó a partir de mediados de junio. La cláusula que
estipula la suspensión de cotización de un determinado valor si pierde el 10%
empezó a activarse a un ritmo trepidante. Hasta 1.493 empresas decidieron
unilateralmente suspender sus
transacciones ante el ingente deterioro de sus activos financieros. El
movimiento aceleró el pánico de los inversionistas individuales, que
representan nada menos que el 80% de la titularidad de los valores cotizados.
El Gobierno
chino creyó estar a las puertas de un estallido social, además del que
representa el peligro de un inminente crac bursátil y el consiguiente
debilitamiento de todo el sistema financiero. Sus maniobras y medidas de
emergencia tienden a evitar que el inevitable pinchazo de las Bolsas no se
produzca por estallido sino mediante el progresivo desinflamiento de los
valores. Para especialistas como los expertos de Deutsche Asset & Wealth
Management, todo es fruto de “un proceso a largo plazo para la liberalización
del mercado de capitales”.
Por su
parte, en J.P.Morgan AM auguran nuevas caídas, y pone la situación actual en
relación con el rally que también experimentaron las Bolsas chinas en 2007. Al
igual que Bank of America Merril Lynch, no creen que la situación pueda
provocar una sacudida seria a las demás bolsas, aunque entre sus más próximos
vecinos en Asia el miedo al contagio es evidente.
En cuanto a
los ahorradores chinos, el Gobierno espera contrarrestar su fiebre vendedora
con las prohibiciones estipuladas para los grandes inversores y directivos.
Aquellos temen que sus ahorros invertidos en Bolsa terminen evaporándose, y
maniobran para salvar lo que puedan. Los que compraron al principio del ciclo,
es decir entre enero y septiembre de 2014, se marchan incluso con algún margen
de beneficio. Los que lo hicieron desde entonces, comprando ya muy caro, se
retiran con fuertes pérdidas.
En esas
pérdidas de más de tres billones de euros -que al final pueden ser cinco
billones- también hay algún multimillonario despistado. El más mediático es el
caso de la actriz Zhao Wei(también conocida comoVicky Zhao), que en tres meses
ha perdido 4.000 millones de yuanes (600 millones de euros).
En parecida
situación se hallan los inversores extranjeros que vieron en la boyante Bolsa china
expectativas de rentabilidad tan atractivas que no dudaron en internarse en su
accionariado. Entre los principales damnificados estarían muchos
norteamericanos y un buen puñado de inversionistas europeos, entre ellos varios
españoles.
The Beijing government intervenes with
all its means and prevents market forces acting alone.
Nearly one hundred million investors
sell hastily, believing that their savings evaporate end
Shenzen and Shanghai, the two largest
stock exchanges in China, ended the week with major rallies after the crash
that resulted in the loss of up to 40% on the price of many of its titles. To
get that momentary halt the descent into hell, the Beijing government spared no
means: it required the largest companies not to sell more shares of its
publicly traded subsidiaries. Such prohibition is extended even to the
executives, who were asked to buy even actions despite being in free fall, and
put the police and Regulatory Commission Securities Market to jointly
investigate against speculation, is considering selling short positions.
The deployment of such arsenal of
measures intended to avert the panic unleashed when activated the firewall.
Since 12 June, the highlight in the quotations recorded their highest peaks of
history, and on July 8, the Chinese shares recorded losses equivalent to more
than three billion euros, or more than three times the capitalization of the
entire Spanish market, for example.
The emergence of the Chinese authorities
in the trading floors, in addition to composing a picture of unprecedented
measures contravenes the resolution of the National Assembly of 2013, which
assigned to market forces a major role in running the economy. Now, it is clear
that Beijing will not tolerate the situation is out of hand.
The history of this bubble begins in
January 2014, when the real estate fever shows unmistakable signs of
exhaustion. Prices for apartments in the thousands of skyscrapers erected
hundreds of cities, far from continuing its dizzying upward spiral, they start
to fall apart, and investing in brick hopes to maintain and increase their
savings, prove increasingly scarce buyers and prices fall quickly.
It is then when covered in the climate
of euphoria that follows the end of the crisis in the US, Chinese savers seek
alternative shelter. Thus, nearly one hundred million individual investors, the
vast majority without financial literacy of any kind, buy shares in any of the
2,800 listed companies, mainly in Shanghai and Shenzen, the latter companies
specializing in technology stocks.
The buyer avalanche causes an apparent
disconnect with the real economy. The fact that in 2014 China recorded its
lowest GDP growth in the last fifteen years is given. At the same time, stock
prices soar to reach these astronomical revaluations of up to 200%. A spiral
that can only happen because investors, but to buy expensive prices, still
believe they will encounter later to other buyers, who will sell them their
shares with a corresponding benefit. When sold to desperate it is because they
are already convinced that there are no more crazy to place them his goods.
Bubble well fed, pricked from mid-June.
The clause stipulating the suspension of trading of a certain value if you lose
10% began to be activated at a rapid pace. 1,493 companies decided unilaterally
to suspend transactions with the enormous deterioration of its financial
assets. The movement accelerated the panic of individual investors, accounting
for no less than 80% of the ownership of listed securities.
The Chinese government believed to be at
the gates of a social explosion, in addition to representing the danger of an
imminent stock market crash and the subsequent weakening of the entire
financial system. His maneuvers and emergency measures tend to avoid the
inevitable bursting of the stock does not occur by bang but through the
progressive deflation of values. For specialists and experts of Deutsche Asset
& Wealth Management, everything is the result of a "long-term process
for the liberalization of the capital market".
For its part, JPMorgan AM predict
further declines, and puts the current situation regarding the rally Chinese
shares also experienced in 2007. Like Bank of America Merrill Lynch, do not
believe that the situation can cause a serious jolt the other bags, even among
its closest neighbors in Asia fear of contagion is evident.
As for Chinese savers, the government
hopes to counter its selling fever with the prohibitions to large investors and
managers. Those worried that their savings invested in the stock market
finished evaporating, and maneuver to save what they can. Those who bought
early in the cycle, ie from January to September 2014, even leave some room for
profit. Those who have done since then, and buying very expensive, withdraw
with heavy losses.
In those losses of more than three
billion euros at the end which can be five billion-there are some clueless
billionaire. The media is the case of actress Zhao Wei (also known comoVicky
Zhao), who in three months has lost 4,000 billion yuan (600 million euros).
Similarly situated foreign investors saw
buoyant Chinese stock market return expectations so attractive that they were
eager to penetrate its shareholders are. Among the main victims would be many
Americans and a handful of, including several Spanish European investors.
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