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sábado, 4 de julio de 2015

SILVIA PINAL




(Silvia Pinal Hidalgo; Guaymas, Sonora, 1931) Actriz mexicana. Verdadera institución en el mundo del espectáculo mexicano, Silvia Pinal posee también un importante arraigo en la cinematografía internacional, gracias a su participación como protagonista en la obra maestra de Luis Buñuel, Viridiana (1961), y a sus deliciosas interpretaciones en películas españolas como Adiós, Mimí Pompón (1960), de Luis Marquina, y Maribel y la extraña familia (1960), de José María Forqué. La actriz había llegado a España de la mano de Tulio Demicheli, realizador argentino que la había consagrado en México con varios melodramas eróticos.



Se inició como actriz teatral sobre el escenario del Ideal capitolino a una edad muy temprana, gracias a su relación sentimental (que pronto se formalizaría en matrimonio) con el actor y director Rafael Banquells. Tal circunstancia le proporcionó un sólido aprendizaje del oficio y una inmediata popularidad, al menos en la capital mexicana.



Su debut cinematográfico tuvo lugar en 1948 (es decir, cuando sólo contaba con 17 años), en la película Bamba, de Miguel Contreras Torres: allí ostentaría ya las características que harían de ella una actriz singular en el panorama artístico mexicano. Con su voz ronca y sensual y un atractivo físico de enorme agresividad, encarnó a una joven veracruzana, embarazada por el arrebato erótico del villano Tito Junco. En el material publicitario de este melodrama folclórico se decía: "El excesivo calor de estas regiones permite a las mujeres ir ligeras de ropa y mostrar el encanto de sus formas..."



Casi sin interrupción rodó una película tras otra, casi siempre productos comerciales que arrasaban en las plateas y que, si bien no contribuyeron a engrandecer su gloria artística, sí que fortalecieron en cambio su popularidad. Entre ellas se encuentran El pecado de Laura (1948), de Julián Soler, en la que encarna a una estudiante de piano que triunfa como concertista y cae en los brazos de su verdadero amor en la vida real, Rafael Banquells; Puerta..., joven (1949), de Miguel M. Delgado, que le permitió formar pareja con la gran estrella nacional Cantinflas; o La mujer que yo perdí (1949), de Roberto Rodríguez, en la que disputó con fiereza con cualquier hembra que se le pusiera por delante los favores de otro ídolo popular mexicano: Pedro Infante.



Formó pareja con el cómico Germán Valdés, Tin Tan, en dos películas producidas el mismo año (1950) y por el mismo director, Gilberto Martínez Solares: El rey del barrio y La marca del zorrillo, que contribuyeron a popularizar definitivamente la imagen de Silvia Pinal en todo el país. A partir de entonces, su categoría se elevó al nivel de las estrellas indiscutibles del período (Pedro Infante, Marga López o Silvia Derbez), con los que compitió en ocasiones en el mismo reparto. Tal es el caso de Infante, con el que volvió a coincidir a lo largo de 1952 en tres títulos: Sí... mi vida, de Fernando Méndez; Por ellas, aunque mal paguen, de Juan Bustillo Oro; y Un rincón cerca del cielo (1952), de Rogelio A. González, que le deparó la oportunidad de porfiar con Marga López por el galán cantante. La última película que los emparejó fue El inocente (1955), también de Rogelio A. González, quien tuvo el acierto de dar el papel de madre de Silvia Pinal a otra institución del cine mexicano, Sara García.



Por aquel entonces apareció en su vida profesional Tulio Demicheli, un realizador argentino exiliado en México desde 1953 que contribuyó de forma decisiva a modelar la imagen de Silvia Pinal como encarnación de la mujer fatal, perdición de los hombres y señuelo de sus fantasías sexuales más comunes y, a veces, sorprendentemente imaginativas.


La simple mención de títulos de las diversas películas de Demicheli revela con extraordinaria plasticidad sus significados e intenciones: Préstame tu cuerpo, Una golfa y Desnúdate, Lucrecia, las tres producidas en 1957. En Préstame tu cuerpo se remedaba con cierto descaro el asunto de El diablo dijo no; Silvia Pinal encarnaba a una bellísima y escultural cantante que, tras fallecer inesperadamente, se veía envuelta en intrigas de alcoba. Respondiendo al imperativo título de Desnúdate, Lucrecia, la actriz posaba desenvuelta y reiteradamente para calendarios... Y en Una golfa daba cuerpo a Diana, una infeliz prostituta atribulada. Fue tal el éxito de estos tres títulos que Silvia Pinal y Tulio Demicheli decidieron trasladarse a España en busca de una proyección más amplia para sus trabajos.



La permisividad de la censura era menor entonces en España que en México, por lo que hubo de rebajarse el explícito erotismo de las comedias que habían constituido su lanzamiento comercial. Así y todo, Demicheli utilizó en las dos comedias a dos galanes que gozaban de popularidad al otro lado del Atlántico: Rubén Rojo en Las locuras de Bárbara (1958) y Alberto Closas en Charlestón (1959). Más calidad tuvieron las dos siguientes películas en las que Silvia Pinal, sin renunciar a su constante de clara incitación erótica, demostró un talento de primer orden para la comedia: Adiós, Mimí Pompón y Maribel y la extraña familia (1960).



Divorciada de su primer marido, Silvia Pinal se casó con el productor Gustavo Alatriste, lo que le proporcionó en el aspecto profesional la mejor oportunidad de su vida: conocer a Luis Buñuel y trabajar a sus órdenes, consecutivamente, en tres obras significativas del director aragonés: Viridiana (1961), El Ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965).


Sólo por estas interpretaciones magistrales cualquier actriz merecería figurar en la historia del cine. Silvia Pinal no desaprovechó las posibilidades que le ofrecían tanto el personaje principal de Viridiana, al que infundió la sutileza y la ambigüedad erótica necesaria, como el agresivo carácter de Leticia "La Valkiria", que le permitió destacar en el reparto coral de El Ángel exterminador. Pero donde las cualidades de una actriz madura, en posesión de sus mejores recursos (forjados, no hay que olvidarlo, en folletines o comedias vulgares de intenciones claramente sexuales), se pusieron de manifiesto con una brillantez desusada fue en su divertida y maliciosa encarnación del Diablo en Simón del desierto.



Si la carrera de Silvia Pinal puede establecerse a través de sus compromisos matrimoniales, el tercer marido condicionó su vuelta a los escenarios y su establecimiento como estrella de la televisión mexicana: el popular cantante Enrique Guzmán, con el que protagonizó ¡Cómo hay gente sinvergüenza! (1971), de René Cardona Jr., le proporcionó una fama en su país que alcanzaba a los espectadores más jóvenes y que le permitió presentarse como estrella de comedias musicales (Mame y Hello, Dolly!), así como regentar dos teatros propios, el Silvia Pinal y el Diego Rivera, y aparecer de modo estelar en numerosos espectáculos televisivos.



Habiendo alcanzado el grado de "gran dama" del espectáculo mexicano, contrajo todavía un cuarto matrimonio con el político Tulio Hernández. Además de los méritos de su propia carrera, es justo consignar que la actriz ha sido además el centro y origen de una saga artística que incluye a sus hijos (la actrices Silvia Pasquel y Viridiana Alatriste, la cantante Alejandra Guzmán, el músico Enrique Guzmán Jr.) e incluso a una nieta, la cantante pop Stephanie Salas.


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