Nettie
Stevens
Nació
en Cavendish (Vermont) el 7 de julio de 1861 hija de Julia Adams y Efraïm
Stevens. Fue la tercera de cuatro hermanos: dos chicos, que murieron siendo muy
pequeños, antes de su nacimiento, y una chica, Emma. En 1865 murió su madre y
al cabo de poco tiempo su padre se volvió a casar, y la familia se trasladó a
la localidad de Westford (Vermont).
En
Westford, Nettie asistió a una escuela pública donde descubrió rápidamente sus
capacidades intelectuales. Completó en dos años un curso de cuatro en la
Westfield Normal School (hoy Westfield State College) de Massachusetts. Se
graduó como primera de su clase. Tanto Nettie como su hermana Emma obtuvieron
calificaciones excelentes y fueron dos de las tres primeras mujeres que se
graduaron, en 1880, en Westford en un periodo de once años.
Después
de graduarse, se vio obligada a trabajar para ganarse la vida como maestra de
escuela y bibliotecaria y como tenía interés en continuar estudiando para poder
dedicarse a la investigación, estuvo esos años ahorrando dinero para poder
ingresar a la Universidad.
No pudo
volver a estudiar hasta 1896 cuando, con 35 años se matriculó en la Universidad
de Stanford, donde completó su licenciatura en 1899, en el año 1900 completó
los estudios de maestría y redactó su tesis doctoral Studies on Ciliate
Infusoria, que fue su primer trabajo publicado y apareció en los Proceedings of
the California Academy of Science.
En
1903, se doctoró en el Bryn Mawr College de Filadelfia, Pennsylvania, en la
misma facultad en la que se encontraban dos de los grandes biólogos de la época
Edmund B. Wilson y Thomas H. Morgan. La influencia de estos dos biólogos fue
decisiva en la carrera de Stevens. Morgan la incorporó a su equipo de
investigación y dirigió personalmente su trabajo.
Sus
excelentes resultados propiciaron que la científica obtuviera una beca para
estudiar en el extranjero. Viajó a Europa en el periodo comprendido entre 1901
y 1902, para ampliar su experiencia investigadora. Trabajó intensamente en la
Estación de Zoología de Nápoles y, además, pasó un tiempo en el Instituto de
Zoología de la Universidad de Würzburg, en el laboratorio de Theodor Boveri;
centro al que volvió en 1908 y permaneció durante un año. Boveri estaba
investigando el problema del papel de los cromosomas en la herencia y
probablemente fue allí donde Stevens desarrolló un profundo interés en la
materia.
Según
la historiadora de la biología Jane Maienschein,6 a principios del siglo XIX
los biólogos evolucionistas y filósofos habían propuesto cientos de teorías
sobre la determinación del sexo. En la época de las investigaciones de Nettie
Stevens, tres eran las hipótesis principales para describir la forma en que un
individuo se convierte en macho o hembra:
que
dependía de los factores externos durante el desarrollo,
que el
sexo se determinaba internamente, específicamente a través del huevo,
o bien
que eran los factores hereditarios lo que influían en su determinación.
Hacia
finales del siglo XIX y comienzos del XX, los investigadores estaban explorando
la relación existente entre los cromosomas y la herencia. Aunque el
comportamiento de los cromosomas ya se había descrito y explicado, las
especulaciones sobre su vínculo con la herencia mendeliana todavía permanecían
sin confirmación experimental. Existían sospechas de que la herencia del sexo
podría estar relacionada con cromosomas morfológicamente diferentes, lo que
insinuaba la posibilidad de conectar un rasgo particular con un cromosoma
específico.
El
interés de Stevens por el problema de cómo se determina el sexo y su relación
con los cromosomas había empezado a cobrar forma en su mente alrededor de 1903.
Prueba de ello es que en este año pidió una beca de investigación y en la
solicitud indicaba su interés en los problemas citológicos de la herencia y sus
relaciones con la genética mendeliana. De hecho, la beca le fue concedida para
investigar en concreto problemas relacionados con la determinación del sexo.
En 1905
publicó su trascendental trabajo titulado Studies in spermatogenesis with
special reference to the "accessory chromosome", resultado de una
investigación sobre el escarabajo Tenebrio molitor. Sus pesquisas la llevaron a
estudiar la diferenciación celular en embriones y luego el análisis de los
cromosomas. Observando estos últimos, la científica constató, en primer lugar,
que los cromosomas existen como estructuras parejas en las células, en vez de
largos bucles o hilos como muchos todavía sostenían, dando fin así a un largo
debate.
Stevens
comprobó que las células somáticas de la hembra contenían veinte cromosomas
grandes, es decir, diez parejas mayores, mientras que las masculinas tenían
diecinueve grandes y una pequeña, es decir, nueve parejas de cromosomas grandes
y otra constituida por un cromosoma grande y otro pequeño. La investigadora
llegó a la conclusión de que los espermatozoides que poseían un cromosoma pequeño
eran los que determinaban el sexo masculino, y aquellos que tenían los diez
cromosomas del mismo tamaño determinaban el sexo femenino. En otras palabras,
considerando que en la terminología moderna el cromosoma pequeño se llama Y,
mientras que su pareja homóloga grande se llama X.
Nettie
Stevens descubrió que el sexo está determinado por una única diferencia entre
dos clases de espermatozoides: los que poseen el cromosoma X y los que poseen
el cromosoma Y. En sus artículos, dos monografías de 75 páginas, Stevens
concluía correctamente que un óvulo fecundado por un espermatozoide portador de
X producía una hembra y, por el contrario, si el espermatozoide llevaba el
cromosoma Y, daría lugar a un macho.
El ya
prestigioso biólogo E. B. Wilson, estaba realizando sus propias investigaciones
sobre la determinación del sexo, al tiempo que lo hacía Stevens, y publicó en
1905 sus resultados, que coincidían con los obtenidos por la científica. El
impacto de ambos trabajos fue muy fuerte, ya que no solamente se terminaba con
un largo debate sobre si el sexo era el resultado de la herencia o de la
influencia del ambiente en que se desarrollaba el embrión, sino que se ponía de
manifiesto el primer vínculo real e indiscutible entre los caracteres
hereditarios y los cromosomas.
Con
frecuencia se ha otorgado a Wilson el mérito de este descubrimiento, pero son
numerosos los expertos en el tema que ponen en duda actualmente que así fuera.
Si bien Wilson publicó resultados similares a los de Stevens, aunque obtenidos
con otros insectos, en el artículo de dos páginas escrito a la revista Science,
el autor dice que sus hallazgos «concuerdan con las observaciones de Stevens en
el escarabajo Tenebrio». Esto refleja que Wilson era conocedor del trabajo de
Stevens y que reconocía su prioridad. Parece pues innegable que los dos
científicos llegaron a la misma conclusión de forma casi simultánea pero con
total independencia.8 A pesar de ello siempre se le atribuye a Stevens un papel
secundario, como asistente de Wilson, y por eso muchos libros de texto le
atribuyen a él los resultados, tan solo por el hecho de que era un investigador
más reconocido. Incluso se ha llegado a atribuir el descubrimiento a Thomas
Hunt Morgan, sobre todo después de que fuera reconocido con el Premio Nobel.
En 1905
Nettie Stevens consiguió un puesto en el Bryn Mawr como profesora asociada de
morfología experimental y el mismo año recibió el Premio Ellen Richards por su
artículo «A study of the germ cells of Aphis rosae and Aphis œnotheræ».
Tras su
monografía de 1905 Nettie Stevens continuó con sus investigaciones sobre los
cromosomas de otras especies de insectos. En esta línea, en 1908 publicó un
artículo sobre las células germinales de los dípteros que estableció los
fundamentos de la futura citogenética de Drosophila. Además, continuó añadiendo
nueva información a su teoría a lo largo de los años siguientes. Su carrera
profesional fue muy corta: tan solo nueve años, durante los cuales publicó
cerca de cuarenta artículos, la mayoría de valor irrefutable.
Murió
el 4 de mayo de 1912 en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore a causa de un
cáncer de mama, antes de que pudiera beneficiarse de la cátedra de
investigadora creada expresamente para ella con el fin de que se dedicara tan
solo a investigar en el Byrnes Mawr College y trabajar en el Cold Spring Harbor
Laboratory. Está enterrada en el cementerio de Westfield, Massachusetts, junto
a su padre Ephraim y su hermana Emma.
Después
de su muerte, Thomas H. Morgan publicó en la revista Science una extensa
necrológica, donde repasaba su trayectoria y las contribuciones más importantes
y concluía:
Fue una
competente experta en el sentido moderno de la palabra, en el sentido en que la
biología ha dejado de ser un parque infantil para el aficionado y un juguete
para el místico. Su notable éxito tiene que ver, en parte, con su razonamiento
único y su dedicación, combinados con un agudo sentido de la observación, junto
con su amabilidad y paciencia, unidos a un juicio equilibrado.
Fuente: Wikipedia.org
Nettie Stevens
He was born in Cavendish (Vermont) on July
7, 1861 daughter Julie Adams and Stevens Efraïm. It was the third of four
children: two boys, who died being very young, before his birth, and a girl,
Emma. In 1865 and his mother died shortly after his father remarried and the
family moved to the town of Westford (Vermont).
In Westford, Nettie attended a public school
where he quickly discovered his intellectual abilities. He completed in two
years a course of four at Westfield Normal School (now Westfield State College)
of Massachusetts. He graduated first in his class. Both Emma and her sister
Nettie obtained excellent grades and were two of the first three women who
graduated in 1880, in Westford over a period of eleven years.
After graduating, she was forced to work for
a living as a schoolteacher and librarian and as was keen to continue studying
to pursue research, was those years saving money to enter the university.
He could not return to school until 1896
when, with 35 years he enrolled at Stanford University, where he completed his
degree in 1899, in 1900 completed his graduate studies and wrote his doctoral
thesis Studies on Ciliate Infusoria, which was his first and published work
appeared in the Proceedings of the California Academy of Science.
In 1903, he received his doctorate at Bryn
Mawr College in Philadelphia, Pennsylvania, in the same faculty in which two of
the great biologists of the time Edmund B. Wilson and Thomas H. Morgan were.
The influence of these two biologists was instrumental in the career of
Stevens. Morgan joined his research team and personally directed his work.
Their excellent results led the scientific
obtain a scholarship to study abroad. He traveled to Europe in the period
between 1901 and 1902, to expand their research experience. He worked
intensively on the station Zoology of Naples and also spent time at the
Institute of Zoology at the University of Wurzburg, in the laboratory of
Theodor Boveri; center to which he returned in 1908 and stayed for a year.
Boveri was investigating the problem of the role of chromosomes in heredity and
was probably where Stevens developed a deep interest in the subject.
According to the historian of biology Jane
Maienschein, 6 early nineteenth century evolutionary biologists and
philosophers they had proposed hundreds of theories on sex determination. At
the time of investigations Nettie Stevens, three were the main hypotheses to
describe how an individual becomes male or female:
which depended on external factors during
development,
that sex is determined internally,
specifically through the egg,
or who were the hereditary factors which
influenced their determination.
By the late nineteenth century and early
twentieth century, researchers were exploring the relationship between
chromosomes and heredity. Although the behavior of chromosomes had already
described and explained, speculation about his relationship with Mendelian
inheritance were still without experimental confirmation. There were suspicions
that the inheritance of sex could be related to morphologically different
chromosomes, which hinted at the possibility of connecting a particular trait
with a specific chromosome.
Stevens's interest in the problem of how sex
and relationship with chromosomes is determined had begun to take shape in his
mind about 1903. Proof of this is that this year called for a research grant
application and indicated his cytological interest in problems of heredity and
its relations with Mendelian genetics. In fact, the scholarship was granted to
investigate specific problems related to sex determination.
In 1905 he published his work entitled Transcendental
Studies in spermatogenesis With special reference to the "accessory
chromosome", the result of an investigation into the beetle Tenebrio
molitor. Their investigations led her to study cell differentiation into
embryos and then the analysis of chromosomes. Noting recent, scientific found,
first, that chromosomes exist as couples structures in cells, rather than long
loops or threads as many still held, thus ending a long debate.
Stevens found that somatic cells of the
female contained twenty large chromosomes, ie ten largest couples, while male
had nineteen large and small, that is, nine pairs of large chromosomes and one
consisting of a large chromosome and another small . The researcher concluded
that sperm that had a small chromosome that determined were males, and those
who had the ten chromosomes of the same size determined the female. In other
words, considering that in modern terminology is called the small chromosome Y,
while its large counterpart couple is called X.
Nettie Stevens discovered that sex is
determined by a single difference between two kinds of sperm: those with the X
chromosome and those with the Y chromosome In his articles, two monographs of
75 pages, Stevens concluded correctly that an egg fertilized by a carrier X
sperm produced a female and, conversely, if the spermatozoa carrying the Y
chromosome, male would result.
The already renowned biologist E. B. Wilson,
was doing his own research on sex determination, while Stevens did, and
published their results in 1905, which coincided with those obtained by the
scientist. The impact of both works was very strong, because not only it ended
a long debate over whether sex was the result of heredity or influence the
environment in which the embryo developed, it became clear the first real and
indisputable link between hereditary traits and chromosomes.
Often Wilson has been given to the merit of
this discovery, but there are numerous experts in the field who doubt now that
so. While Wilson published Stevens similar to results obtained with other
insects although in the two-page letter to the journal Science, the author says
that their findings "are consistent with the observations of the beetle
Tenebrio Stevens." This reflects that Wilson was aware of the work of
Stevens and recognizing its priority. It seems undeniable that the two
scientists came to the same conclusion almost simultaneously but with full
independencia.8 Despite this always attributed to Stevens a secondary role as
assistant Wilson, and so many textbooks attribute to him it results, just by
the fact that he was a renowned researcher. It has even come to attribute the
discovery to Thomas Hunt Morgan, especially after it was awarded the Nobel
Prize.
In 1905 Nettie Stevens landed a position at
Bryn Mawr as an associate professor of experimental morphology and the same
year received the Ellen Richards Award for his article "A study of the
germ cells of Aphis rosae and Aphis œnotheræ."
After his 1905 monograph Nettie Stevens
continued his research on the chromosomes of other insect species. In this
line, in 1908 he published an article on the germ cells of the Diptera who laid
the foundations of future cytogenetics Drosophila. It also continued adding new
information to his theory over the following years. His career was very short:
only nine years, during which he published articles about forty, most
irrefutable value.
He died on May 4, 1912 at Johns Hopkins in
Baltimore Hospital because of breast cancer, before it could benefit from the
chair of research specifically created for her in order to devote himself only
to investigate the Byrnes Mawr College and work at Cold Spring Harbor
Laboratory. She is buried in the cemetery of Westfield, Massachusetts, Ephraim
with his father and his sister Emma.
After his death, Thomas H. Morgan published
in the journal Science an extensive obituary, where he reviewed his career and
the most important contributions and concluded:
It was a competent expert in the modern
sense of the word, in the sense that biology is no longer a playground for
amateur and a toy for the mystic. His remarkable success has to do in part with
his only reasoning and dedication, combined with a keen sense of observation,
along with his kindness and patience, coupled with a balanced judgment.
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